El concepto de microsantuario hace referencia a cualquier espacio que proporcione un hogar a animales rescatados de cualquier forma de maltrato o peligro. Es un término que proviene del proyecto “Microsanctuary Movement”, y nos fascina por lo necesario de su existencia y reconocimiento.

Se puede considerar un microsantuario a un hogar con un solo individuo rescatado como, por ejemplo, una familia con un cerdo o una oveja rescatados.

Los microsantuarios basan su existencia en los medios propios de que disponga esa familia o ese proyecto para acoger a los animales. Esto es, adaptar el número y las especies rescatadas a los recursos disponibles para facilitarles un hogar y cubrir todas sus necesidades (espacio, asistencia veterinaria, alimentación…). Por ejemplo, si solo hay terreno o recursos económicos para tres gallinas, no se acogerán más individuos puesto que su incremento supondría perjuicio para el cuidado de los existentes que están agotando ya esos recursos disponibles. Una clave de los microsantuarios es el ratio animal humano y no-humano que está equilibrado, por lo que, en general, hay más cuidados, espacio y dotación económica por individuo que en los macrosantuarios.

Los microsantuarios limitan sus rescates a sus medios, sin aspirar a crecer de forma irreflexiva o sin seguridad para los habitantes. No pretenden hacer rescates por encima de sus posibilidades, sino que, previamente, se analizan los medios disponibles, tanto de construcciones o terreno, como de posibilidades económicas y se acoge a quien encaje en esas posibilidades.

Al ser limitados los recursos (económicos y humanos) es fundamental apoyar a este tipo de proyectos. Ya que, aunque no hagan grandes rescates ni sean llamativos a nivel mediático, a los animales que pueden acoger les aportan todas las atenciones necesarias, convirtiéndolos en unos grandes afortunados.

Si hablamos de perros o gatos asumimos fácilmente que están mejor cuidados y atendidos en un lugar donde haya tan solo dos o tres que en una protectora, por muchos esfuerzos que la protectora haga para atender a esos animales. Valorar el esfuerzo de los microsantuarios es esencial, ya que en estos espacios cada animal recibe un trato extremadamente individualizado y delicado.

Rescatar un número elevado de animales no necesariamente implica que estos animales vayan a recibir las mejores atenciones. Como indica la razón, a más animales no humanos por animal humano a su cargo, menos cuidados y atenciones podrán recibir.

Por estas razones, desde FESA abogamos por apoyar el trabajo de los microsantuarios, tanto por su labor de cuidado como por su enorme trabajo de concienciación. Cuando, por ejemplo, un particular cuida a dos gallinas y un cerdo puede llegar a quienes probablemente nunca se hayan planteado determinados cuidados hacia un animal de esa especie. Pueden llegar a los veterinarios y a los clientes de la clínica donde acuda donde, tal vez, nunca han atendido a una gallina o a un cerdo de ese modo. Ese particular también puede hablar de estos animales en redes llegando a un público diferente y de un modo más cercano, un público al que santuarios de mayor envergadura no pueden comunicar de tú a tú.

Consideramos que tanto los lugares grandes y profesionalizados para rescatar y atender, como los pequeños hogares que acogen y cuidan son imprescindibles, y que no deberían surgir enfrentamientos ni críticas que no sean constructivas, ya que en ambos casos se salvan vidas. Ambos son santuarios, pequeños o grandes, y ambos necesarios en la lucha para la defensa de los derechos de los animales. Con la aparición de cada vez más hogares antiespecistas que acogen animales de diversas especies, creemos importante destacar su modo de hacer, que no busca crecer de forma irracional y animamos a afianzarse en sus valores y a crear una comunidad en torno a su trabajo.

A su vez, no todo animal en un patio trasero es un microsantuario, puesto que cualquier proyecto enmarcado dentro de esta denominación debería cumplir algunos requisitos:

Dada la base ética implícita en el compromiso que se adquiere con el rescate y cuidado de animales, especialmente cuando se trata de aquellos categorizados como “de consumo” o «de granja», ha de darse una coherencia en las prácticas de las personas fundadoras y gestoras del proyecto. Carece de sentido involucrarse de lleno en un proyecto enfocado en rescatar, cuidar y mantener al margen de la explotación a, por ejemplo, cerdos, gallinas, vacas u ovejas y, a la vez, seguir consumiendo los cuerpos o procesos reproductivos de estas u otras especies. 

El concepto de (micro)santuario acarrea un simbolismo que, sin connotaciones religiosas de ningún tipo, conlleva el respeto hacia los animales explotados y usados en las sociedades humanas. En estos espacios se les libera de la explotación a la que comúnmente son sometidos, y son considerados individuos únicos con intereses propios y el derecho a vivir una vida lo más acorde posible a sus necesidades como especie. Por ello, el consumo de productos de origen animal queda excluido dentro de los santuarios de animales. Quedando también excluida la utilización de los habitantes con cualquier fin.

Se evitará por todos los medios la reproducción, esterilizando a los animales si es posible, y en el caso de aves (no gallinas ponedoras) se realizará un control y cambio de los huevos de puesta por huevos falsos. En el caso de gallinas ponedoras se pondrán implantes de forma trimestral para evitar los problemas reproductivos asociados a su selección genética.

Tendrá prioridad absoluta el bienestar físico y emocional de los habitantes, aportar una nutrición adecuada, enriquecimiento ambiental, tratamientos veterinarios preventivos y diagnósticos de ser necesarios, detectar posibles conflictos intra o interespecie para solucionarlos.

Los habitantes de un microsantuario no son objetos de muestra, no deben ser presentados como tal, y nadie debe tener acceso a ellos para hacerse fotos, tocarles, o invadir su espacio. Un microsantuario es el hogar de estos animales cuyo espacio debe ser respetado al 100%. Si acude algún voluntario o visitante serán los habitantes quienes decidan si interactúan o no con esa persona y, en todo caso, las personas cuidadoras serán quienes se encarguen de mediar y supervisar cualquier contacto o encuentro entre habitantes y humanos visitantes. 

Los habitantes no habrán sido comprados, puesto que dar dinero a quienes les explotan no puede ser considerado un modo de salvar una vida, al estar a su vez condenando a otras muchas. El objetivo es acabar con la industria que les considera producto, pagar por sus vidas es participar de ese tipo de consideración.

Los microsantuarios deben ser espacios de liberación colectiva, un lugar en el que tanto los animales no-humanos como los humanos estén libres de violencia, opresión, explotación o discriminación. Un lugar en el que todos los individuos tengan cabida desde el respeto para crear un mundo en el que se planta cara a las injusticias.

Los microsantuarios ofrecerán una adecuada calidad de vida a cada especie a la que den hogar, una calidad objetiva basada en requisitos (certificables por expertos en dichas especies) de cobijo, de espacio, sanitarios, higiénicos, alimenticios y veterinarios superiores a los exigidos para animales que no entran en la categoría “de compañía” por parte de la Administración. La ausencia de conocimiento no justifica la negligencia. La formación y el aprendizaje continuo son esenciales.

Las personas responsables de los animales deben informarse de los requerimientos administrativos para la tenencia de cada especie, ya que, por ejemplo, en el caso de animales “de granja” o de aquellos categorizados como “exóticos invasores”, el incumplimiento de la normativa vigente relativo a su tenencia, puede implicar su decomiso e incluso su sacrificio.

Antes de terminar, es conveniente aclarar que un microsantuario es un hogar definitivo y no un centro de adopciones o una casa de acogida. Tampoco es un hogar improvisado que no pueda ofrecer las condiciones etológicas a cada especie que lo habite, como, por ejemplo, tener una oveja en un piso. Lo más común es la necesidad de un entorno natural y/o rural. Aunque pueda haber excepciones, la condición de tierra, sol y ciertos atributos de la naturaleza suelen ser imprescindibles. Así como es requerida la capacidad de ofrecer una convivencia armónica con otros individuos de la misma especie en el caso de especies sociables que, por otro lado, son la mayoría. La acogida o adopción multiespecie en casa no convierte ese espacio en un microsantuario. Un número de rescates superior al de plazas existentes supondrá que haya animales que no puedan disfrutar de una vida plena, aunque se les intente dar la mayor calidad de vida posible dentro de las circunstancias.

Nuestra percepción es que buena parte de la sociedad cree que la solución para todos los animales desafortunados que están en peligro son los santuarios. Sin embargo, en este tipo de proyectos los recursos son muy limitados e insistimos en que la masificación no puede ser, bajo ningún concepto, una solución. Para salvar la vida de estos animales es necesaria la implicación de la sociedad, no sólo aportando recursos a los santuarios existentes sino comprometiéndose cada cual con aquellos animales necesitados a los que pueda socorrer y/o proporcionar un hogar. (Por supuesto, las administraciones también juegan un papel clave, pero este es un tema complejo que excede los objetivos de este texto). 

Desde FESA animamos a la creación de más microsantuarios y a formar parte de nuestra misión, elaborando protocolos sanitarios, de manejo, de construcción de alojamientos para diferentes especies, etc. que faciliten el trabajo de estos espacios de cuidado y protección animal.

María González Sola

Licenciada en veterinaria. Presidenta del Refugio La Vida Color Frambuesa. Secretaria de FESA. Activista por los derechos animales, investigación y concienciación sobre la salud y comportamiento de los animales domésticos, especializada en aves consideradas de consumo.